Noticias del mes de diciembre

Noticias del mes de diciembre

Tu vivienda no necesita más anuncios: necesita un responsable

Michel Paschoud


“Sin exclusiva vendes mejor, porque cuantos más lo muevan, antes se vende.” Es una frase muy repetida y, a primera vista, parece lógica. El problema es que en el mercado inmobiliario real esa lógica suele producir justo lo contrario: mucha exposición, sí, pero poca estrategia; muchos interlocutores, pero nadie responsable; muchas visitas, pero poca cualificación; y, al final, una vivienda que se devalúa por desgaste y termina vendiéndose por debajo de lo que podría haber conseguido con una gestión profesional.

Para entenderlo de veamos primero los dos modelos de negocio que puede desarrollar un agente inmobiliario:

  1. Si decide trabajar sin exclusiva, convertirá, según las estimaciones de Keller Williams España, menos del 10% de sus encargos en ventas realizadas. Significa que, si tiene un objetivo de venta de 10 propiedades al año, tendrá que entrar 100 en su oferta, una cada 3 días. En este caso, el agente tiene un modelo de negocio basado en la cantidad y su objetivo es captar tantas propiedades como sea posibles.
  2. Si decide trabajar únicamente en exclusiva, y dependiendo de su calidad como asesor, podrá, según nuestra propia experiencia, llegar a convertir el 80% o el 90% de sus encargos en ventas realizadas. Significa que, si tiene un objetivo de venta de 10 propiedades al año, tendrá que entrar 12 en su oferta, una al mes. En este caso, el agente tiene un modelo basado en calidad y su objetivo es captar propiedades que sabe que puede ayudar a vender.

En inmobiliaria, como en casi cualquier actividad comercial, se puede competir por cantidad o por calidad. El modelo de cantidad busca volumen: captar muchas viviendas, moverlas lo suficiente para que algunas se cierren y sostener el negocio por estadística. El modelo de calidad es lo contrario: captar menos, pero trabajar cada vivienda con método, inversión y control, para maximizar el resultado y proteger la reputación.

Cuando una vivienda se comercializa sin exclusiva, el mensaje que recibe cualquier agente es transparente: no controla el canal, no controla la narrativa, no controla el precio y mañana el cierre se lo puede llevar otro. Ese escenario no premia el trabajo profundo, lo castiga. El incentivo natural es invertir lo mínimo imprescindible para “estar”, no para “vender bien”. Y por eso el modelo deriva casi siempre hacia la cantidad: cuantas más viviendas se capten, más probabilidades hay de que alguna salga, aunque sea sin un trabajo fino detrás. En la práctica, esto se traduce en una comercialización reactiva: publicación en portales, atención de llamadas, visitas poco filtradas y un seguimiento irregular. Y cuando la vivienda no despega —porque la demanda cualificada no aparece por arte de magia— llega la conclusión más cara del sector: “habrá que bajar el precio”. No siempre por un análisis riguroso del mercado, sino porque el modelo empuja a la salida más rápida: reducir precio para forzar movimiento y compensar con volumen lo que no se consigue con estrategia.

La mayoría de los propietarios no percibe el verdadero daño de este enfoque hasta que es tarde. Con varios agentes y, a veces, el propio propietario publicando a la vez, la vivienda compite contra sí misma. Aparecen anuncios duplicados, fotos distintas, textos inconsistentes, a veces incluso precios diferentes o condiciones contradictorias. El comprador, que no es ingenuo, interpreta ese caos como señal de debilidad: “esto está quemado”, “aquí hay margen”, “si aprieto, baja”. Es decir, el modelo sin exclusiva suele erosionar exactamente lo que el propietario quiere proteger: su capacidad de negociación y el valor percibido de su casa o propiedad.

La exclusiva bien hecha funciona porque pone orden y responsabilidad donde antes había dispersión. La palabra clave es “bien hecha”. En un encargo serio, la exclusiva no es un candado; es un marco de trabajo donde se alinean incentivos. El agente sabe que es responsable del resultado y, por tanto, tiene sentido invertir. Invertir no solo dinero, sino atención, método y criterio. Y aquí entra el modelo de calidad: con control del proceso, se puede permitirse trabajar menos propiedades a la vez y dedicar a cada una lo que realmente requiere. Se puede preparar la vivienda como corresponde, construir un relato comercial coherente, cuidar la presentación, seleccionar el canal de captación, gestionar el anuncio de forma unificada y, sobre todo, dirigir el proceso hacia la demanda adecuada. La diferencia real no es estética, es operativa: con control y responsabilidad, se ejecuta una estrategia; sin ellos, se improvisa.

Ahora bien, conviene decirlo sin suavizantes: no toda exclusiva merece la firma. Existe una exclusiva de nombre, la que se sostiene en promesas vagas y entusiasmo inicial, pero no en obligaciones medibles. Esa exclusiva es peor que no exclusiva, porque al menos sin exclusiva el propietario conserva margen para corregir el rumbo. Una exclusiva sin plan, sin calendario y sin rendición de cuentas convierte al propietario en rehén del “ya lo iremos viendo”, mientras la vivienda se enfría y el mercado avanza. Por eso, la decisión inteligente no es “exclusiva sí o no”, sino “exclusiva con estándar o nada”. La pregunta correcta es muy simple: ¿qué se compromete a hacer el agente, cómo se mide y cada cuánto se informa? Un agente que trabaja por calidad no tiene problema en dejarlo negro sobre blanco; un agente que vive de la cantidad suele preferir promesas genéricas y compromisos difusos.

Este punto conecta con otro error clásico: confundir el objetivo con el coste. Muchos propietarios negocian la comisión como si el éxito consistiera en pagar menos. Pero lo relevante no es la comisión aislada; es el resultado neto. Si una comisión más baja implica menos inversión, menos control, peor cualificación de compradores y una negociación débil, lo barato sale carísimo.

En cambio, cuando hablamos de una exclusiva bien hecha, no hablamos de “comisión” en el sentido de “a ver si se vende y ya veremos”. Hablamos de honorarios profesionales: una retribución asociada a un servicio concreto, medible y exigible, que incluye estrategia, ejecución y responsabilidad. El indicador que de verdad importa —el que define si la venta ha sido buena o mala— no es “cuánto pagaste”, sino cuánto dinero te queda finalmente después de vender: el precio de venta menos los honorarios y los costes asociados, además de cuánto tardas en cerrar y con qué seguridad se ejecuta todo el proceso. Todo lo demás es ruido.

La conclusión, en resumen, es tan contundente como práctica. No firmes una exclusiva a ciegas. Pero tampoco compres el mito de que “sin exclusiva” es libertad y eficacia. Muy a menudo es, simplemente, un modelo diseñado para sostenerse por cantidad, no para optimizar el resultado de tu vivienda. Si vas a vender una casa o propiedad, lo sensato es firmar una exclusiva que venga acompañada de un plan de marketing concreto, una estrategia de precio defendible y un compromiso de seguimiento periódico con métricas. Si el agente no está dispuesto a poner eso por escrito, el mensaje también es claro: no está dispuesto a responsabilizarse de verdad. Y si no hay responsabilidad, no hay estrategia; y si no hay estrategia, casi siempre acaba habiendo descuento.

La casa del mes

Esta acogedora casa unifamiliar se encuentra en la tranquila urbanización de Mas Ambros, en Calonge i Sant Antoni, concretamente en carrer Ripollès 26, una zona residencial muy apreciada por su calma y su cercanía del pueblo y de la costa.

Construida en 1972, ha sido cuidadosamente mantenida a lo largo de los años: el interior ha sido pintado recientemente, dispone de calefacción y ventanas de aluminio con doble cristal, lo que mejora el confort térmico y acústico.

La vivienda cuenta con 3 dormitorios, dos de ellos dobles, ideales como habitaciones principales o para invitados, y un tercero perfecto como dormitorio individual, despacho o cuarto multifuncional.  Todas tienen armarios empotrados

La cocina, aunque funcional, agradece una reforma: es un espacio con muchísimo potencial donde el nuevo propietario puede diseñar la cocina a su gusto, moderna y abierta si se desea. En cuanto a los baños, la casa ofrece dos cuartos de baño con ducha.

El salón-comedor, de unos 20 m², se divide en dos ambientes separados por un pequeño escalón, lo que permite diferenciar muy bien la zona de estar y el comedor. Desde aquí se accede a una terraza cerrada, ideal como espacio adicional de invierno, sala de juegos, zona de lectura o incluso como comedor secundario.

Uno de los grandes puntos fuertes de esta propiedad es su amplio jardín de más de 900 m², resultado de las dos parcelas que conforman la finca. Es un espacio muy generoso, con muchas posibilidades:

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